Cuentos Del Pastor

"Serie de Libros"

# 017 | RECUERDOS DE LA VIDA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Me llamo Jorge.

Tengo muchos recuerdos de mi padre y de cómo crecí a su lado en nuestro departamento junto a las vías del tren elevado.

Durante veinte años oímos el rugido del convoy cuando pasaba por la ventana de su dormitorio.
De noche tarde, papá esperaba solo en las vías del tren que lo llevaba a su empleo en la fábrica, donde trabajaba en el turno de medianoche.

Esa noche en particular, esperé con él en la oscuridad para despedirlo. Su rostro estaba triste. Su hijo menor, es decir yo, había sido reclutado.

Me tomarían juramento a la mañana siguiente a las seis, mientras él estaba en su máquina de cortar papel en la fábrica.

Mi padre había hablado de su rabia. No quería que “ellos” se llevaran a su hijo de sólo diecinueve años, que nunca había bebido o fumado un cigarrillo, a pelear en una guerra en Europa.

Puso sus manos en mis delgados hombros.
-Ten cuidado, Jorge, y si alguna vez necesitas algo, escríbeme y me ocuparé de conseguirlo. –

De pronto oímos el rugido del tren que se aproximaba. Me abrazó con fuerza y me besó suavemente en la mejilla. Con los ojos llenos de lágrimas murmuró:
-Te quiero, hijo mío. –

Entonces llegó el tren, las puertas lo encerraron dentro y desapareció en la noche.

Un mes más tarde, a los cuarenta y seis años, mi padre murió. Tengo setenta y seis en el momento de sentarme a escribir esto.

Una vez oí a Pete Hamill, el periodista de Nueva York, decir que los recuerdos son la mayor herencia de un hombre, y tengo que coincidir con él.

Sobreviví a cuatro invasiones en la Segunda Guerra Mundial. He tenido una vida llena de todo tipo de experiencias. Pero el único recuerdo que permanece es el de aquella noche en que mi papá me dijo:
-“Te quiero, hijo mío.” –

Reflexión

¿Ha podido experimentar el poder de los afectos? ¿El valor del recuerdo para aferrarse al sentimiento como motor de la vida? ¡Cuando las palabras adquirieren un significado poderoso tras la despedida!

Mi madre partió, a lo que definí como “a una reunión familiar”, un 12 de septiembre.

El médico que la asistía, me llamó esa mañana mientras yo conducía mi programa de radio para decirme que había muerto.

El dijo: -“Lo siento mucho… siento mucho su pérdida.

Tal vez esto sea importante para alguién; mientras se cortaba no dejaba de pronunciar un nombre, lo repetía todo el tiempo como llamando a alguien muy querido: Pochito, pochito, pochito. ¿Usted sabe a quién llamaba?” – concluyó el médico.

Pochito era mi apodo íntimo; era como ella me llamaba, su expresión más amorosa. Y ese “Pochito” aún suena en mi cabeza. Es la fuerza motora que surge cuando necesito pensarme muy amado.

No dejó de abrazarme a los recuerdos, y al valor enorme que se desprende de ellos. Los que me conocen bien, saben que a veces raya lo melancólico.

El Señor tampoco dejo sin recuerdos a los suyos y en consecuencia también a nosotros. ¿Recuerda sus últimas palabras?:

-“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. – (Mt 27. 18-20 – RVR 1960)

¡Cómo suenan estás palabras!

Para un creyente son la fuerza más poderosa de la tierra. La relación y el lazo jamás cortado. La incapacidad divina de terminar la etapa.

– “he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. –

Dicen por allí, que el amor no se puede expresar en palabras… Yo creo que sí; y especialmente en la boca y en el timbre de voz de nuestros afectos más significativos.

Pastor Rubén Herrera

# 018 | LIBRETA DE CALIFICACIONES

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Era miércoles, 8 de la mañana; llegué puntual a la escuela de mi hijo.

-“No olviden venir a la reunión de mañana, es obligatoria”- fue lo que la maestra me había dicho un día antes.

-¡Pues qué piensa esta maestra! ¿Cree que podemos disponer fácilmente del tiempo a la hora que ella diga? Si supiera lo importante que era la reunión que tenía a las 8:30hs; de ella dependía un buen negocio y… ¡tuve que cancelarla!-

Ahí estábamos todos, papás y mamás; la maestra empezó puntual, agradeció nuestra presencia y empezó a hablar. No recuerdo qué dijo, mi mente divagaba pensando cómo resolver ese negocio tan importante; ya me imaginaba comprando esa nueva televisión con el dinero que recibiría.

-¡Juan Rodríguez!” – escuché a lo lejos

-“¿No está el papá de Juan Rodríguez?”- dijo la maestra.

-“Sí aquí estoy”- contesté pasando al frente a recibir la libreta de mi hijo.

Regresé a mi lugar y me dispuse a verla.

-“¿Para esto vine? ¿Qué es esto?” –

La libreta estaba llena de seis y sietes. Guardé las calificaciones inmediatamente, escondiéndola para que ninguna persona viera las pobres notas que había obtenido mi hijo.

De regreso a casa aumentó más mi enojo, a la vez que pensaba:

-“Pero ¡Si le doy todo! ¡Nada le falta! ¡Ahora sí le va a ir muy mal!” –

Llegue, entré a la casa, azoté la puerta y grité:

-“¡Ven acá Juan!” – Juan estaba en el patio y corrió a abrazarme.

-“¡Papá!” –

-“¡Qué papá ni que nada!” – dije. Lo retiré de mí, me quité el cinto y no sé cuántos golpes le di al mismo tiempo que decía lo que pensaba de él.

-“¡Y te me vas a tu cuarto!”- Terminé.

Juan se fue llorando, su cara estaba roja y su boca temblaba.

Mi esposa no dijo nada, sólo movió la cabeza negativamente y se metió a la cocina.

Cuando me fui a acostar, ya más tranquilo, mi esposa se acercó y entregándome la boleta de calificaciones de Juan, que estaba dentro de mi saco, me dijo:

-“Lee despacio y después toma una decisión…” –

Al leerla, vi que decía:

LIBRETA DE CALIFICACIONES – Calificando a papá:

-Por el tiempo que papá dedica a conversar contigo antes de dormir: 6

-Por el tiempo que papá dedica para jugar contigo: 6

-Por el tiempo que papá dedica para ayudarte en tus tareas: 6

-Por el tiempo que papá dedica saliendo de paseo con la familia: 5

-Por el tiempo que papá dedica a contarte un cuento antes de dormir: 6

-Por el tiempo que papá dedica en abrazarte y besarte: 5

-Por el tiempo que papá dedica para ver televisión contigo: 6

-Por el tiempo que papá dedica para escuchar tus dudas o problemas: 5

-Por el tiempo que papá dedica para enseñarte cosas: 6

Calificación promedio: 51.0

¡Los hijos habían calificado a sus papás!

El mío me había puesto seis y siete (sinceramente creo que me merecía cincos o menos)

Me levanté y corrí a la pieza de mi hijo, lo abracé y lloré. Me hubiera gustado poder regresar el tiempo… pero eso era imposible.

Juanito abrió sus ojos, aún estaban hinchados por las lágrimas, me sonrió, me abrazó y me dijo:

-“¡Te quiero papito!» – Cerró sus ojos y se durmió.

Reflexión

¡Cuántos asumimos la realidad que nos rodea con nuestros propios preconceptos e interpretaciones! La mirada de las cosas ha dejado de ser compartida, no admitimos opiniones, y lo peor es que actuamos basados en estos presupuestos. ¡Un hermetismo absurdo nos inhibe hasta de las relaciones afectivas más estrechas! Nos alejamos cada vez más de las relaciones significativas, defendiendo los necios preámbulos de nuestra propia ignorancia.

¿Ha escuchado al sabio Salomón profetizar sobre este tiempo? El dijo:

-“…temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas” – (Ecl. 12. 3 – RVR 1960)

¡El cuadro es tremendo, para describir la realidad del momento!

-“temblarán los guardas de la casa”.-

En otras palabras: La figura paterna se desmorona. La autoridad se pierde. El ensimismamiento y la pérdida de valores crece; y con ello, crece también la falta de identidad y los propósitos son escondidos.

-“se encorvarán los hombres fuertes”. –

¿Acaso está diciendo Salomón que las actividades humanas y la naturaleza de los trabajos cambiaría?  ¿Es acaso la imagen que nos describe detrás de un monitor? Puede ser, pero también su figura describe la pérdida de aquellas cosas que nos hacían orgullosos y dignos. Antes ser padre era todo un honor, hoy se ha transformado en una obligación que no todos están dispuestos a honrar.

-“cesarán las muelas porque han disminuido”. –

Los hábitos alimenticios cambiarían. Y de hecho, hoy los dentistas están cada vez más ocupados en corregir las deficiencias dentarias de quienes pocos la ejercitan por no masticar.

-“se oscurecerán los que miran por las ventanas”. –

¡Alguien tiene que ver esto! ¿Qué vio Salomón? ¿Plasmas, televisores, monitores, celulares, tablets? Posiblemente, pero también la realidad de una sociedad cada vez más oscura, abstracta y egoísta. Donde los valores se han cambiado por intereses personales satisfechos. Dónde el egoísmo desplaza hasta los sentimientos y los deberes elementales. Absortos detrás de una “ventana” que nos abstrae y aísla de quienes nos rodean. Dónde parece que estamos comunicados y atentos, pero sólo estamos viendo lo que queremos ver.

Libreta de calificaciones para nuestros actos paternos.

¡No quisiera que vieran mis notas!

Pastor Rubén Herrera

# 019 | EL SALUDO

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Cuenta una historia que un hombre trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega.

Un día, terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba.

La mayoría de los trabajadores ya se habían retirado a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor de la puerta. Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte. De repente se abrió la puerta.  El guardia de seguridad entró y lo rescató.

Después de esto, le preguntaron al guardia:

-“¿A qué se debe que se le ocurrió abrir esa puerta, siendo que no es parte de su rutina de trabajo?”. –

Él explicó:

-“Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes.  El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible”.
-“Hoy me dijo: ¡Hola! a la entrada, pero nunca escuché: ¡Hasta mañana!”.
-“Yo espero por ese hola, buenos días, y chau o hasta mañana cada día. Sabiendo que todavía no se había despedido de mí, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré…”.

Reflexión

¿Puede algo que llamamos rutina y elemental como un simple saludo, transformarse vital en momentos cruciales? Este cuento parece ser un ejemplo de ello.

Cuando como escritores o predicadores queremos impactar y marcar una vida, siempre pensamos emitir una frase bonita, conmovedora e inteligente, para que los demás queden asombrados de nuestras deducciones y/o conclusiones. Y esta parece ser la razón de esa búsqueda incesante de prosas aun no han sido compuestas.

Como escritores diarios en las nuevas redes sociales, siempre estamos publicando algo que pueda ganar tantos “Me gusta” como sea posible. Pero nunca terminamos por agradecer, interesarnos en el otro verdaderamente o simplemente saludarle y preguntarle cómo estás. Y la comunicación que definimos como exitosa, no es más que un monólogo presumido que busca aplausos halagadores.

Recuerdo algo que me ocurrió hace unos años mientras pastoreaba una pequeña iglesia. Caminaba las calles del barrio regresando a mi hogar, cuando puede ver que dentro de una camioneta -bastante desmejorada- estaban Sergio y su abuelita.

Sergio era un pequeño con serios problemas de discapacidad motora que llegaba a todos los cultos, su abuelita una mujer desesperada que se había hecho cargo de todos sus nietos; niños de un hijo alcohólico.

Desde el interior del vehículo Sergio capto mi atención con su saludo. Yo llevaba tanta prisa, que lo único que pude decir desde la vereda del frente fue: –¡Bendiciones!

Para mí fue un incidente sin importancia. Hay tanta gente que encuentro en la calle y que me saluda, pero para ellos no fue lo mismo.

Al llegar a la siguiente reunión, su abuelita pasó a dar testimonio. Se paró delante de todos y dijo:

– Estaba realmente desesperada, y había tomado la decisión de quitarnos la vida con mi esposo y los niños esa noche. Pero cuando el pastor nos saludo en mañana algo entró en la camioneta y nos hizo llorar, algo cargo de esperanzas y fuerzas a mi viejo y a mí. ¡Dios estuvo con nosotros allí adentro! –

Yo quedé más sorprendido que nadie. ¿Cómo era posible que un simple saludo había hecho eso? ¡Y ni siquiera me había dado por enterado! ¡Ni siquiera había sentido nada especial!

Recordando luego pensé en esto: el saludo había sido algo rutinario, eso que hacemos por costumbre. Pero del otro lado en la urgencia y la necesidad, las palabras habían sido las justas para terminar con la agonía y la nefasta idea del suicidio familiar. ¡La vida llegaba para desplazar a la muerte! Y el vehículo, un simple saludo ocasional.

– “La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus fruto”. – (Prov. 18.21 – RVR 1960)

Irrumpamos con saludos, acciones y gestos interesados. Aliento de vida y poder del cielo están esperando salir por nuestras bocas.

Pastor Rubén Herrera

# 020 | DAR PARA RECIBIR

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Un profesional desempleado, despertó una mañana y revisó su bolsillo. Todo lo que le quedaba eran $20.

Decidió utilizarlos para comprar comida en un comedor, y esperar así la hora de morir; ya que era demasiado orgulloso como para pedir limosna.
Estaba tan frustrado por no encontrar empleo, y no tenía a nadie disponible para ayudarle.

Compró su comida y en cuanto se sentó a comer, un anciano y dos pequeños niños se le acercaron y le pidieron que les diera comida; ya que no habían comido en casi una semana.
El profesional los miró. Estaban tan flacos que se les notaban los huesos. Sus ojos se les habían hundido. Con el último pedazo de compasión que le quedaba, les dio toda su comida.
El anciano y los niños oraron para que Dios le diera bendiciones y prosperidad, y le dieron una moneda muy antigua. El joven profesional les dijo:

–»¡Ustedes necesitan esa oración más que yo!». –

Sin dinero, sin empleo y sin comida, el joven fue debajo de un puente a descansar y esperar la hora de su muerte.
Estaba a punto de quedarse dormido, cuando vio un viejo periódico en el suelo. Lo levantó, y de repente leyó un anuncio para los que tuvieran monedas antiguas, las llevaran a cierta dirección.
Decidió ir a ese lugar con la moneda antigua que el anciano le había dado.

Al llegar al lugar, mostró la moneda al propietario. El propietario excitado gritó, sacó un gran libro y le mostró al joven una foto.
¡Era la misma moneda, cuyo valor era de $3 millones de dólares!

El joven estaba muy emocionado. El propietario le dio un cheque bancario, el joven lo cobró y se fue en búsqueda del anciano y de los niños.

Para cuando llegó a donde los dejó comiendo, ya no estaban.

Le preguntó al dueño del comedor si los conocía. El dueño le dijo que no los conocía, pero que le habían dejado una nota. Rápidamente abrió la nota pensando que averiguaría donde encontrarlos.
Esto era lo que la nota decía:

-«Nos diste todo lo que tenías, y te hemos recompensado con la moneda. – Firma: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Reflexión

Dar para recibir.

La operatoria parece que no dará nunca un resultado positivo, y especialmente si estamos haciendo una resta. ¿Cómo tener más si damos lo poco que tenemos? Pero es como resultan las cosas en Dios.

No recibimos más porque hemos cerrado la mano. En el afán de no perder y de retener, dejamos que las oportunidades de recibir pasen de largo.

Un joven rico se acercó a Jesús, para preguntar que le faltaba. Y Él le dijo:

-“¡Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme! “ – (Lc. 18.22 – RVR 1960)

Estaban proponiéndole el mejor negocio de su vida, pero el muchacho no lo entendió. Sus riquezas estaban medidas por posesiones materiales y no las espirituales. Su corazón no estaba en el lugar correcto.

El principio de la riqueza no se aprende de otra manera sino a partir del dar.

No habrá riqueza material si nuestro corazón no está preparado. Si todavía pensamos el “tener” como condición para “ser” nunca seremos prosperados. Debemos “ser” para luego “tener” y no funciona de otra manera.

Hoy pasará alguien por nuestra vida. Alguien con necesidad golpeará la puerta del dar. Hoy puede comenzar nuestra verdadera riqueza, y especialmente en el cielo y en el corazón.

Pastor Rubén Herrera

# 021 | EL VERDADERO AMOR

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio.
Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas, y que es preferible acabar con la relación cuando este se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.

El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:

Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, condujo hasta el hospital… Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.

Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas.
El pidió a mi hermano teólogo que le dijera dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturó cómo y dónde estaría ella.  Mi padre escuchaba con gran atención.  De pronto pidió:

«¡Llévenme al cementerio!». –

-¡Papá! – respondimos todos

-¡Son las 11 de la noche, no podemos ir al cementerio ahora! –
Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo:

“¡No discutan conmigo por favor! ¡No discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años!”. –

Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más.

Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a la lápida.

Mi padre la acarició, lloró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos:

-«Fueron 55 buenos años ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así». –

Hizo una pausa y se limpió la cara.

-«Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis, cambios de empleo… hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad… compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos… oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores. –

-Hijos, ahora se ha ido y estoy contento, y ¿saben por qué? Porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida.  Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera…» –

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:

«Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día». –

Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas.

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor era algo que no conocían.

Reflexión

¿Ha notado las palabras de este hombre tras su pérdida?

-«Ella y yo estuvimos juntos… hicimos el equipaje… vendimos la casa… nos mudamos… compartimos la alegría… lloramos uno al lado del otro… oramos… nos apoyamos en el dolor… nos abrazamos… y perdonamos nuestros errores…-

El común denominador es “nosotros”.

Cuando el lenguaje que empleamos es en plural, cuando las individualidades se desdibujan es porque nos pensamos uno parte del otro, y no uno aparte del otro. Y eso es amor. Amar es cuando somos capaces de orar deseando ocupar el lugar del sufrimiento ajeno.

A menudo encuentro soledad, vacío y abandono, en los sentimientos y en las decisiones de muchos cristianos. Presos de una ignorancia que les esclaviza y tortura, se piensan solos y a la deriva.

Pero el Dios que recibimos vino para quedarse y estar. El dijo:

-“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. – (Juan 14.23 –RVR 1960)

¿Cuántas veces oímos que tenemos una “relación” y no una “religión”? Y parece esta una buena, inteligente y elegante respuesta que nos diferencia; pero ¿cuántos la vivimos?

Mal hemos aprendido a vivir nuestra relación con el Señor. A la manera de los impíos en sus relaciones sentimentales, tenemos pura pasión, excitación y entrega ocasional; en vez de madurez, compañerismo, compañía, cotidianeidad y contacto permanente.

Claro está, que en el verdadero amor y sin intereses mezquinos sólo podremos ofrecer entrega; y quizás esta sea la razón por la que hoy nuestro cristianismo deja mucho que desear.

Pastor Rubén Herrera

# 022 | CORAZÓN DE LAGARTIJA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Un hombre trabajando en los muros de su casa, encontró un espacio hueco entre las paredes de madera.

Mientras el hombre echaba abajo los muros, se dio cuenta de que allí había una lagartija inmóvil; porque un clavo desde fuera, le había atravesado una de sus patitas y la había hecho permanecer fija en la pared.

El dueño de la casa, viendo esto, sintió piedad y curiosidad al mismo tiempo. Cuando estudió el clavo, se dio cuenta que había sido clavado hacía diez años, cuando la casa fue construida.  Esto lo hizo pensar…

-¿Qué habría ocurrido entonces? –

Pareciera que la lagartija había sobrevivido en esa posición durante diez años.  Es muy extraño que estuviera en un oscuro muro en esa posición durante diez años sin moverse. ¡Prácticamente imposible, inimaginable!

Entonces, el hombre se preguntó cómo esta lagartija, con su patita clavada allí desde entonces, habría podido sobrevivir años sin dar un solo paso. Así que, paró de trabajar y observó a la lagartija durante un rato, preguntándose:

– ¿qué podría haber hecho, y cómo ella habría conseguido alimentarse? –

Más tarde, sin saber de dónde venía, apareció otra lagartija con alimento en su boca.
El hombre quedó aturdido y emocionado al mismo tiempo.

-¡Otra lagartija la había estado alimentando durante los diez años que había permanecido clavada en la pared…!

-¡Esto es amor!- se dijo.

Reflexión

¿Ha leído este versículo: –“El amor cubrirá multitud de pecados” – ? Con frecuencia interpretamos que es “pasar por alto el pecado”, o “salvar de las consecuencias” el pecado ajeno. Y hasta nos sentimos tan piadosos porque “¡no hemos condenado al hermano”! Pero no está referido a eso necesariamente.

-“El amor cubrirá multitud de pecados”  -, aparece en dos lugares en el Nuevo testamento: (1 Pe. 4.8 y Stgo 5.20)

En Pedro, en el contexto de la atención y del cuidado del otro:

Hospedaos unos a otros sin murmuración…, según el don que ha recibido minístrelo a otros…, hable conforme a las palabras de Dios…, ministre conforme al poder que Dios da…, para que en todo sea Dios glorificado en Jesucristo a Quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. –

En Santiago, en el contexto de la restauración espiritual del que se ha extraviado:

Si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados. –

Con frecuencia no tenemos presente la importancia de atender y servir a otros. En estos versículos la ministración no está en el ámbito físico de la congregación local. Los lugares son nuestra propia casa, y dónde quiera se encuentre el necesitado.

Pregunto: – ¿Nos sostendríamos durante diez años sirviendo a quien está preso de sus malas decisiones? ¿Nos sostendríamos durante diez años intentando volver a quien a caído? ¿Somos conscientes de que nuestro servicio al otro glorifica a Dios más que nuestras hermosas alabanzas? –

Hay muchos que están atravesados y fijados por los clavos.

¡Que Dios nos dé un corazón de lagartija!

Pastor Rubén Herrera

# 023 | ARRUGAS DE RISA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Casi siempre, la gente se vuelve lacrimosa.

Cuando alguien la encuentra se pone a contarle su desgracias, hasta que otra de sus desgracias, acaba siendo que nadie quiere encontrársela.

Esto último nunca le pasó a la tía Ofelia, porque a ella la vida la cercó varias veces con su arbitrariedad y con sus infortunios; pero mi tía jamás abrumó a nadie con la historia de sus pesares. Dicen que fueron muchos, pero nadie sabe siquiera cuántos, y menos las causas, porque ella se encargó de borrarlos cada mañana del recuerdo ajeno.

Era una mujer de brazos fuertes y expresión juguetona, tenía una risa suave y contagiosa que supo soltar siempre en el momento adecuado. En cambio, nadie la vio jamás llorar.

A veces le dolían el aire y la tierra que pisaba, el sol del amanecer, la cuenca de los ojos. Le dolía como un vértigo el recuerdo y como la peor amenaza el futuro. Un tiempo despertaba a media noche con la certidumbre de que se partiría en dos, segura de que el dolor se la comería de golpe. Pero apenas había luz para todos, ella se levantaba, se ponía la risa, se acomodaba el brillo en las pestañas y salía a convivir con los demás como si los pesares la hicieran flotar.

Nadie se atrevió nunca a compadecerla. Era tan extravagante su fortaleza, que la gente empezó a buscarla para pedirle ayuda. ¿Cuál era su secreto? ¿Quién amparaba sus aflicciones? ¿De dónde sacaba el talento que la mantenía erguida frente a las peores desgracias? Un día le contó su secreto a una mujer joven cuya pena parecía no tener remedio:

-“Hay muchas manera de dividir a los seres humanos.” – le dijo. -“Yo los divido entre los que se arrugan para arriba y los que se arrugan para abajo. Y quiero pertenecer a los primeros. Quiero que mi cara de vieja no sea triste, quiero tener las arrugas de la risa y llevármelas conmigo al otro mundo. Quién sabe lo que habrá que enfrentar allá.” –  Ángeles Mastretta (Escritora mexicana)

Reflexión

¿Podemos escapar a las dificultades, al dolor y a las tristezas? Sin duda no podemos.

Si de algo podemos estar seguros, es que: la aflicción nos llegará por promesa, y que no es el estadío permanente, que requiere nuestro testimonio cristiano.

El Señor dijo: –“De cierto, de cierto os digo, que vosotros llorareis y lamentareis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo”. – (Juan 16.20 – RVR 1960)

Leí esta mañana este cuadro en Isaías, que habla de muchas de nuestras realidades, por no decir de todas:

-“No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de las ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado. Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo”. – (Is. 54. 4-6 – RVR 1960)

¡Cuántos sentimientos describen nuestra condición de vida!: Temor, vergüenza, viudez, abandono, tristeza de espíritu, repudio (divorcio).

Pero también, ¡Cuánta misericordia con que Él nos visita para cambiarlos!:

-No temas…, no serás confundida…, no serás afrentada…, te olvidarás…, no tendrás memoria…, Yo te llamo… ¡Soy tu Marido, tu Hacedor, tu Redentor y tu Dios! –

Las tristezas sólo encontraran lugar en un corazón vacío de promesas, y vacío de relación con el Dios verdadero.

La receta popular de catarsis en el oído ajeno, nunca resultó en alegría permanente y satisfactoria; sólo al vivir su Palabra se completa nuestro gozo.

La vida es una fábrica de arrugas. Pero Alguien nos llamó a vivirlas desde su amoroso ofrecimiento eterno.

Elijamos, por sus promesas, que estas sean hacia arriba.

Pastor Rubén Herrera

# 024 | EL HERRERO

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Lynell Waterman cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco y practicó la caridad pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía salir bien en su vida. Muy al contrario; sus problemas y deudas se acumulaban cada vez más.

Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba -y que se compadecía de su difícil situación- comentó:
-“Es realmente muy extraño que, justamente después de que resolviste convertirte en un hombre temeroso de Dios, tu vida empezara a empeorar. Yo no deseo debilitar tu fe, pero es evidente que a pesar de toda tu creencia en el mundo espiritual nada ha mejorado”. –

El herrero no respondió inmediatamente: él ya había pensado eso mismo muchas veces, sin entender lo que sucedía en su vida.
Sin embargo, como no quería dejar a su amigo sin respuesta, empezó a hablar y terminó encontrando la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:

-«Yo recibo en este taller el acero no trabajado y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes cómo se hace? Primero, caliento la chapa de acero con un calor infernal, hasta que quede roja. Después, sin piedad, le aplico varios golpes con el martillo más pesado hasta que la pieza adquiera la forma deseada.»
«A continuación la sumerjo en un balde de agua fría y todo el taller se llena con el ruido del vapor, mientras la pieza estalla y grita a causa del súbito cambio de temperatura.»
«Tengo que repetir este proceso hasta conseguir la espada perfecta, pues una vez sola no es suficiente». –

El herrero hizo una larga pausa y continuó:

«A veces el acero que llega a mis manos no consigue aguantar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. Y yo sé que jamás se transformará en una buena lámina de espada.
Entonces, simplemente, lo coloco en el montículo de hierro viejo que viste a la entrada de mi taller”. –

Tras una nueva pausa, el herrero concluyó:

-«Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. He aceptado los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero lo único que pido es que Dios no desista hasta que yo consiga tomar la forma que espera de mí. Que lo intente de la manera que prefiera, durante el tiempo que quiera; pero que no me coloque jamás en el montículo de hierro viejo de las almas». –

Reflexión

Hace poco, con mucha impotencia, escuchaba la predicación de un hombre quien sostenía lo ridículo de la enfermedad, de las aflicciones y de las pruebas. “¡Qué padre permitiría pasar por tal cosa a sus hijos! “- dijo.

Parece el mismo discurso antiguo que todavía continuamos escuchando: –¡Dios es amor, no mandará a nadie al infierno! –

Es un argumento razonable, inteligente y de fácil deducción. Pero también un argumento falaz y mentiroso. No muestra el carácter de Dios, no al menos el Dios de la Biblia. Y no prepara al creyente para lo que tendrá que vivir.

Pablo a los Tesalonicenses dice:

-“Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; tanto, que nosotros nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas VUESTRAS PERSECUSIONES Y TRIBULACIONES QUE SOPORTAIS. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo PADECÉIS…” “…Y a vosotros que sois ATRIBULADOS, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron.” – (2 Tes 1. 3-6, 8-10  RVR 1960)

Según este pasaje, los creyentes crecemos en fe, en paciencia y en amor para con los demás a través de las persecuciones, tribulaciones y los padecimientos. Luego en la manifestación del Señor Jesús seremos: tenidos por dignos, tendremos reposo, glorificaremos al Señor y le admiraremos.

¿Este es el trato de Dios para con sus hijos? ¿Hay sabiduría detrás del dolor y las aflicciones? Naturalmente muchas preguntas se responderán con lo que llamamos misterio y sabiduría de Dios.

Pablo se hizo las mismas preguntas que nosotros, y por el Espíritu Santo se respondió:

– “Más antes, oh hombre, ¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro…?”  – (Rom 9. 20, 21 – RVR 1960)

Y se consoló acertando en este pensamiento:

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. – (Rom 8.18 – RVR 1960)

No estamos llamados a entender, ni renegar de las maneras y los tratos de Dios. Estamos llamados a ser moldeados para Su Gloria y su Honra.

Me permito repetir las palabras sabias del herrero.

– “Lo que pido es que Dios no desista hasta que yo consiga tomar la forma que espera de mí. Que lo intente de la manera que prefiera, durante el tiempo que quiera; pero que no me coloque jamás en el montículo de hierro viejo de las almas». Amén

Pastor Rubén Herrera

# 025 | MIS RECUERDOS CUANDO DIGO PAPÁ

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Hoy me desperté buscando a mi padre. Lo busque en mi memoria para honrarlo desde mis más escondidos recuerdos.

No es fácil hablar de un padre por mucho tiempo ausente. Y muchos menos siendo hijo de mamá soltera.

De niño sostuve, al menos hasta los siete u ocho años, que mi padre era Martín.

Martín, hermano de mi madre, fue ese que sin proponérselo ocupo el sentimiento significativo de los primeros años llamado papá. El me llevaba a dormir mi siesta y mis recuerdos tempranos lo veo jugando conmigo, abrazándome y besando mis orejas. Recuerdo dormir en su pecho y sentirme seguro y contenido.

Con el tiempo las dudas crecieron alrededor de cómo sería esto posible, ellos no eran como los papás que veía en mis compañeros y amigos.

Un día la verdad llegó a la puerta de la casa, y lo hizo en un gran colectivo. No recuerdo la fecha, pero estaba oscuro, era de noche. Mamá me invito a acercarme, me sentó en sus faldas y orgullosa presentó a un hombre mayor diciendo: – “Hijo, él es tu Papá.” –

Papá con una sonrisa particular, descubrió sus dientes adornados con piezas de oro, estiró nervioso sus brazos e intentó retenerme. Ambos estábamos tan nerviosos, que nos esquivamos tímidamente, tratando de no herir las expectativas de mamá. Sin saberlo, esa noche, la manera que nos tratamos definiría mi relación con Papá para el resto de nuestros días. Y siempre fue igual. Los abrazos fugaces, lo esquivo de las miradas, y la complicidad de regalar a mamá un momento donde los tres estuviéramos juntos sin que la situación se torne tensa o incomoda.

Esa noche también me recuerdo jugando y corriendo por el interior del colectivo que se hacía gigante en mis ojos de niño.

En mi mente no se definirlo correctamente, pero mis pensamientos se dispararon por algún motivo a ese rincón base, desde donde me refugiaría para presentarme al mundo: mi papá era rico. Había encontrado la excusa para presumir delante de los demás y no cargar más con esa sensación de soledad y abandono que me hacían notar cada vez que los otros hablaban de los propios. Y en mi imaginario ese fue mi orgullo: ¡era el hijo de un padre rico!

Al pasar los años, experimente muchos momentos para no guardar memoria. Papá se mostró ausente y distante en mis eventos más significativos. No estuvo en mi graduación, ni puede presentarle mi primer novia; no estuvo en mi boda y tampoco en el nacimiento de sus nietos. No escucho mis prédicas, ni leyó ninguno de mis escritos. Si se sintió orgulloso de mí, no lo sabré hasta nuestro nuevo encuentro. Pero prefiero pensar así: que quizás con mamá, quien le contaba todo, se abrasarían satisfechos por los resultados.

Aprendí a intuir lo invisible, y a buscar motivos para amarle. Y encontré estos: El fue un hombre digno de amar, de otra manera mamá no lo habría elegido como su único. Era un hombre recto, sino la justicia de mamá no lo habría soportado. Sin duda era cariñoso, amoroso y tierno porque mamá no lo hubiera esperado toda la vida. Sin duda guardaba una sabiduría inmensa, mi madre no hablaría de él con tanto orgullo. Cuando mamá le pensaba en voz alta, sus ojos se disparaban a la admiración, quedaba cautiva de amor y su rostro alcanzaba el brillo y la alegría más grande.

Hace poco apareció de nuevo, no tuve la oportunidad de verlo, pero el relato de mamá fue suficiente. En la sala de terapia intensiva, como una visita esperada, llegó al pie de la cama de mamá para decirle, que la esperaba, que estaba feliz de volverle a tener a su lado y que el tiempo de la espera había terminado.

No tengo una sola foto de él, pero así recuerdo a papá.

Quizás esta sea la manera de descubrirme. Quizás aparezcan las razones que me hacen tan vulnerable a las emociones este día del padre. Quizás aquí encuentre esa despierta sensibilidad de intuir y leer entre líneas los afectos.

Silvano Ortiz tiene que haber sido un buen hombre, porque fue el único hombre que mamá amó; y porque conociendo el Amor de Dios para mi vida, Él lo eligió para que lo llamara Papá.

Pastor Rubén Herrera

# 026 | LA HERRAMIENTA PODEROSA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Cierta vez se corrió la voz que el diablo se retiraba de los negocios y vendía sus herramientas al mejor postor.

En la noche de la venta, estaban todas las herramientas dispuestas en forma que llamaran la atención, y por cierto eran un lote siniestro: odio, celos, envidia, malicia, engaño… además de todos los implementos del mal.

Pero un tanto apartado del resto, había un instrumento de forma inofensiva, muy gastado, como si hubiese sido usado muchísimas veces y cuyo precio, sin embargo, era el más alto de todos.

Alguien le preguntó al diablo cuál era el nombre de la herramienta.

-«Desaliento» – fue la respuesta.

-«¿Por qué su precio es tan alto?» – le preguntaron.

-«Porque ese instrumento» -respondió el diablo- «me es más útil que cualquier otro; puedo entrar en la conciencia de un ser humano cuando todos los demás me fallan, y una vez adentro, por medio del desaliento, puedo hacer de esa persona lo que se me antoja. Esta muy gastado porque lo usó casi con todo el mundo, y como muy pocas personas saben que me pertenece, puedo abusar de él…» –

El precio de desaliento era tan, pero tan alto que aun sigue siendo propiedad del diablo.

Reflexión

Cada quien, me imagino, ya experimento a este tiempo cómo funciona esta herramienta diabólica. Nos desalentamos con la situación económica, con nuestro trabajo, con nuestra familia, con la necesidad de cambios, con los grupos de amigos, con el engaño, con la mentira, con el desamor, etc. Etc.

El desaliento es uno de los estados de ánimo contra el cual es indispensable fortalecerse. Aquí una lista de esas fortalezas que deben estar presente combatiéndolo permanentemente: Nuestra dignidad, nuestros valores, nuestros principios, nuestro honor, nuestra identidad, nuestro culto inteligente, nuestro sacrificio vivo, y nuestra honra.

A menudo nos desalentamos por miedo que infunde el enemigo, pero debemos recordar Quien va con nosotros, y Quien prometió estar y no desamparar. (Dt 31.6)

El desaliento aparece en la boca de los que nos envidian y recelan, pero nuestra disposición y persistencia en la obra nos permitirán edificar. (Neh 4.6)

La enfermedad puede quitar las fuerzas y la vitalidad, pero el espíritu del enfermo hace la diferencia. (Prov. 18.14)

Cuando el final parece inevitable y las evidencias superan lo imposible, la fe nos salva. (Mt. 9.22)

Cuando la destrucción y el sentimiento de abandono parecen triunfar, en la escena se despierta Quien las ahuyenta. (Mt. 14.27; Mr. 6.50)

Cuando los religiosos acusan, condenan y se confabulan para matarnos, el mismo Señor nos alienta: Ten ánimo como has testificado, así es necesario que lo hagas de nuevo. (Hch 23.11)

Pablo dijo así de las batallas que se dan en nuestra mente:

-“porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, – (2 Co 10. 4-5 – RVR 1960)

Uno puede ser cautivo o cautivar. Puede ser preso o apresar. ¡Que cobre ánimo nuestro corazón, levantémonos! Demostremos quien tiene la herramienta más poderosa.

Pastor Rubén Herrera