Category: Cuentos del Pastor

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# 021 | EL VERDADERO AMOR

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio.
Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas, y que es preferible acabar con la relación cuando este se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.

El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:

Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, condujo hasta el hospital… Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.

Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas.
El pidió a mi hermano teólogo que le dijera dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturó cómo y dónde estaría ella.  Mi padre escuchaba con gran atención.  De pronto pidió:

«¡Llévenme al cementerio!». –

-¡Papá! – respondimos todos

-¡Son las 11 de la noche, no podemos ir al cementerio ahora! –
Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo:

“¡No discutan conmigo por favor! ¡No discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años!”. –

Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más.

Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a la lápida.

Mi padre la acarició, lloró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos:

-«Fueron 55 buenos años ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así». –

Hizo una pausa y se limpió la cara.

-«Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis, cambios de empleo… hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad… compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos… oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores. –

-Hijos, ahora se ha ido y estoy contento, y ¿saben por qué? Porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida.  Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera…» –

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:

«Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día». –

Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas.

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor era algo que no conocían.

Reflexión

¿Ha notado las palabras de este hombre tras su pérdida?

-«Ella y yo estuvimos juntos… hicimos el equipaje… vendimos la casa… nos mudamos… compartimos la alegría… lloramos uno al lado del otro… oramos… nos apoyamos en el dolor… nos abrazamos… y perdonamos nuestros errores…-

El común denominador es “nosotros”.

Cuando el lenguaje que empleamos es en plural, cuando las individualidades se desdibujan es porque nos pensamos uno parte del otro, y no uno aparte del otro. Y eso es amor. Amar es cuando somos capaces de orar deseando ocupar el lugar del sufrimiento ajeno.

A menudo encuentro soledad, vacío y abandono, en los sentimientos y en las decisiones de muchos cristianos. Presos de una ignorancia que les esclaviza y tortura, se piensan solos y a la deriva.

Pero el Dios que recibimos vino para quedarse y estar. El dijo:

-“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. – (Juan 14.23 –RVR 1960)

¿Cuántas veces oímos que tenemos una “relación” y no una “religión”? Y parece esta una buena, inteligente y elegante respuesta que nos diferencia; pero ¿cuántos la vivimos?

Mal hemos aprendido a vivir nuestra relación con el Señor. A la manera de los impíos en sus relaciones sentimentales, tenemos pura pasión, excitación y entrega ocasional; en vez de madurez, compañerismo, compañía, cotidianeidad y contacto permanente.

Claro está, que en el verdadero amor y sin intereses mezquinos sólo podremos ofrecer entrega; y quizás esta sea la razón por la que hoy nuestro cristianismo deja mucho que desear.

Pastor Rubén Herrera

# 022 | CORAZÓN DE LAGARTIJA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Un hombre trabajando en los muros de su casa, encontró un espacio hueco entre las paredes de madera.

Mientras el hombre echaba abajo los muros, se dio cuenta de que allí había una lagartija inmóvil; porque un clavo desde fuera, le había atravesado una de sus patitas y la había hecho permanecer fija en la pared.

El dueño de la casa, viendo esto, sintió piedad y curiosidad al mismo tiempo. Cuando estudió el clavo, se dio cuenta que había sido clavado hacía diez años, cuando la casa fue construida.  Esto lo hizo pensar…

-¿Qué habría ocurrido entonces? –

Pareciera que la lagartija había sobrevivido en esa posición durante diez años.  Es muy extraño que estuviera en un oscuro muro en esa posición durante diez años sin moverse. ¡Prácticamente imposible, inimaginable!

Entonces, el hombre se preguntó cómo esta lagartija, con su patita clavada allí desde entonces, habría podido sobrevivir años sin dar un solo paso. Así que, paró de trabajar y observó a la lagartija durante un rato, preguntándose:

– ¿qué podría haber hecho, y cómo ella habría conseguido alimentarse? –

Más tarde, sin saber de dónde venía, apareció otra lagartija con alimento en su boca.
El hombre quedó aturdido y emocionado al mismo tiempo.

-¡Otra lagartija la había estado alimentando durante los diez años que había permanecido clavada en la pared…!

-¡Esto es amor!- se dijo.

Reflexión

¿Ha leído este versículo: –“El amor cubrirá multitud de pecados” – ? Con frecuencia interpretamos que es “pasar por alto el pecado”, o “salvar de las consecuencias” el pecado ajeno. Y hasta nos sentimos tan piadosos porque “¡no hemos condenado al hermano”! Pero no está referido a eso necesariamente.

-“El amor cubrirá multitud de pecados”  -, aparece en dos lugares en el Nuevo testamento: (1 Pe. 4.8 y Stgo 5.20)

En Pedro, en el contexto de la atención y del cuidado del otro:

Hospedaos unos a otros sin murmuración…, según el don que ha recibido minístrelo a otros…, hable conforme a las palabras de Dios…, ministre conforme al poder que Dios da…, para que en todo sea Dios glorificado en Jesucristo a Quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. –

En Santiago, en el contexto de la restauración espiritual del que se ha extraviado:

Si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados. –

Con frecuencia no tenemos presente la importancia de atender y servir a otros. En estos versículos la ministración no está en el ámbito físico de la congregación local. Los lugares son nuestra propia casa, y dónde quiera se encuentre el necesitado.

Pregunto: – ¿Nos sostendríamos durante diez años sirviendo a quien está preso de sus malas decisiones? ¿Nos sostendríamos durante diez años intentando volver a quien a caído? ¿Somos conscientes de que nuestro servicio al otro glorifica a Dios más que nuestras hermosas alabanzas? –

Hay muchos que están atravesados y fijados por los clavos.

¡Que Dios nos dé un corazón de lagartija!

Pastor Rubén Herrera

# 023 | ARRUGAS DE RISA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Casi siempre, la gente se vuelve lacrimosa.

Cuando alguien la encuentra se pone a contarle su desgracias, hasta que otra de sus desgracias, acaba siendo que nadie quiere encontrársela.

Esto último nunca le pasó a la tía Ofelia, porque a ella la vida la cercó varias veces con su arbitrariedad y con sus infortunios; pero mi tía jamás abrumó a nadie con la historia de sus pesares. Dicen que fueron muchos, pero nadie sabe siquiera cuántos, y menos las causas, porque ella se encargó de borrarlos cada mañana del recuerdo ajeno.

Era una mujer de brazos fuertes y expresión juguetona, tenía una risa suave y contagiosa que supo soltar siempre en el momento adecuado. En cambio, nadie la vio jamás llorar.

A veces le dolían el aire y la tierra que pisaba, el sol del amanecer, la cuenca de los ojos. Le dolía como un vértigo el recuerdo y como la peor amenaza el futuro. Un tiempo despertaba a media noche con la certidumbre de que se partiría en dos, segura de que el dolor se la comería de golpe. Pero apenas había luz para todos, ella se levantaba, se ponía la risa, se acomodaba el brillo en las pestañas y salía a convivir con los demás como si los pesares la hicieran flotar.

Nadie se atrevió nunca a compadecerla. Era tan extravagante su fortaleza, que la gente empezó a buscarla para pedirle ayuda. ¿Cuál era su secreto? ¿Quién amparaba sus aflicciones? ¿De dónde sacaba el talento que la mantenía erguida frente a las peores desgracias? Un día le contó su secreto a una mujer joven cuya pena parecía no tener remedio:

-“Hay muchas manera de dividir a los seres humanos.” – le dijo. -“Yo los divido entre los que se arrugan para arriba y los que se arrugan para abajo. Y quiero pertenecer a los primeros. Quiero que mi cara de vieja no sea triste, quiero tener las arrugas de la risa y llevármelas conmigo al otro mundo. Quién sabe lo que habrá que enfrentar allá.” –  Ángeles Mastretta (Escritora mexicana)

Reflexión

¿Podemos escapar a las dificultades, al dolor y a las tristezas? Sin duda no podemos.

Si de algo podemos estar seguros, es que: la aflicción nos llegará por promesa, y que no es el estadío permanente, que requiere nuestro testimonio cristiano.

El Señor dijo: –“De cierto, de cierto os digo, que vosotros llorareis y lamentareis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo”. – (Juan 16.20 – RVR 1960)

Leí esta mañana este cuadro en Isaías, que habla de muchas de nuestras realidades, por no decir de todas:

-“No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de las ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado. Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo”. – (Is. 54. 4-6 – RVR 1960)

¡Cuántos sentimientos describen nuestra condición de vida!: Temor, vergüenza, viudez, abandono, tristeza de espíritu, repudio (divorcio).

Pero también, ¡Cuánta misericordia con que Él nos visita para cambiarlos!:

-No temas…, no serás confundida…, no serás afrentada…, te olvidarás…, no tendrás memoria…, Yo te llamo… ¡Soy tu Marido, tu Hacedor, tu Redentor y tu Dios! –

Las tristezas sólo encontraran lugar en un corazón vacío de promesas, y vacío de relación con el Dios verdadero.

La receta popular de catarsis en el oído ajeno, nunca resultó en alegría permanente y satisfactoria; sólo al vivir su Palabra se completa nuestro gozo.

La vida es una fábrica de arrugas. Pero Alguien nos llamó a vivirlas desde su amoroso ofrecimiento eterno.

Elijamos, por sus promesas, que estas sean hacia arriba.

Pastor Rubén Herrera

# 024 | EL HERRERO

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Lynell Waterman cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco y practicó la caridad pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía salir bien en su vida. Muy al contrario; sus problemas y deudas se acumulaban cada vez más.

Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba -y que se compadecía de su difícil situación- comentó:
-“Es realmente muy extraño que, justamente después de que resolviste convertirte en un hombre temeroso de Dios, tu vida empezara a empeorar. Yo no deseo debilitar tu fe, pero es evidente que a pesar de toda tu creencia en el mundo espiritual nada ha mejorado”. –

El herrero no respondió inmediatamente: él ya había pensado eso mismo muchas veces, sin entender lo que sucedía en su vida.
Sin embargo, como no quería dejar a su amigo sin respuesta, empezó a hablar y terminó encontrando la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:

-«Yo recibo en este taller el acero no trabajado y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes cómo se hace? Primero, caliento la chapa de acero con un calor infernal, hasta que quede roja. Después, sin piedad, le aplico varios golpes con el martillo más pesado hasta que la pieza adquiera la forma deseada.»
«A continuación la sumerjo en un balde de agua fría y todo el taller se llena con el ruido del vapor, mientras la pieza estalla y grita a causa del súbito cambio de temperatura.»
«Tengo que repetir este proceso hasta conseguir la espada perfecta, pues una vez sola no es suficiente». –

El herrero hizo una larga pausa y continuó:

«A veces el acero que llega a mis manos no consigue aguantar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. Y yo sé que jamás se transformará en una buena lámina de espada.
Entonces, simplemente, lo coloco en el montículo de hierro viejo que viste a la entrada de mi taller”. –

Tras una nueva pausa, el herrero concluyó:

-«Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. He aceptado los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero lo único que pido es que Dios no desista hasta que yo consiga tomar la forma que espera de mí. Que lo intente de la manera que prefiera, durante el tiempo que quiera; pero que no me coloque jamás en el montículo de hierro viejo de las almas». –

Reflexión

Hace poco, con mucha impotencia, escuchaba la predicación de un hombre quien sostenía lo ridículo de la enfermedad, de las aflicciones y de las pruebas. “¡Qué padre permitiría pasar por tal cosa a sus hijos! “- dijo.

Parece el mismo discurso antiguo que todavía continuamos escuchando: –¡Dios es amor, no mandará a nadie al infierno! –

Es un argumento razonable, inteligente y de fácil deducción. Pero también un argumento falaz y mentiroso. No muestra el carácter de Dios, no al menos el Dios de la Biblia. Y no prepara al creyente para lo que tendrá que vivir.

Pablo a los Tesalonicenses dice:

-“Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; tanto, que nosotros nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas VUESTRAS PERSECUSIONES Y TRIBULACIONES QUE SOPORTAIS. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo PADECÉIS…” “…Y a vosotros que sois ATRIBULADOS, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron.” – (2 Tes 1. 3-6, 8-10  RVR 1960)

Según este pasaje, los creyentes crecemos en fe, en paciencia y en amor para con los demás a través de las persecuciones, tribulaciones y los padecimientos. Luego en la manifestación del Señor Jesús seremos: tenidos por dignos, tendremos reposo, glorificaremos al Señor y le admiraremos.

¿Este es el trato de Dios para con sus hijos? ¿Hay sabiduría detrás del dolor y las aflicciones? Naturalmente muchas preguntas se responderán con lo que llamamos misterio y sabiduría de Dios.

Pablo se hizo las mismas preguntas que nosotros, y por el Espíritu Santo se respondió:

– “Más antes, oh hombre, ¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro…?”  – (Rom 9. 20, 21 – RVR 1960)

Y se consoló acertando en este pensamiento:

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. – (Rom 8.18 – RVR 1960)

No estamos llamados a entender, ni renegar de las maneras y los tratos de Dios. Estamos llamados a ser moldeados para Su Gloria y su Honra.

Me permito repetir las palabras sabias del herrero.

– “Lo que pido es que Dios no desista hasta que yo consiga tomar la forma que espera de mí. Que lo intente de la manera que prefiera, durante el tiempo que quiera; pero que no me coloque jamás en el montículo de hierro viejo de las almas». Amén

Pastor Rubén Herrera

# 025 | MIS RECUERDOS CUANDO DIGO PAPÁ

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Hoy me desperté buscando a mi padre. Lo busque en mi memoria para honrarlo desde mis más escondidos recuerdos.

No es fácil hablar de un padre por mucho tiempo ausente. Y muchos menos siendo hijo de mamá soltera.

De niño sostuve, al menos hasta los siete u ocho años, que mi padre era Martín.

Martín, hermano de mi madre, fue ese que sin proponérselo ocupo el sentimiento significativo de los primeros años llamado papá. El me llevaba a dormir mi siesta y mis recuerdos tempranos lo veo jugando conmigo, abrazándome y besando mis orejas. Recuerdo dormir en su pecho y sentirme seguro y contenido.

Con el tiempo las dudas crecieron alrededor de cómo sería esto posible, ellos no eran como los papás que veía en mis compañeros y amigos.

Un día la verdad llegó a la puerta de la casa, y lo hizo en un gran colectivo. No recuerdo la fecha, pero estaba oscuro, era de noche. Mamá me invito a acercarme, me sentó en sus faldas y orgullosa presentó a un hombre mayor diciendo: – “Hijo, él es tu Papá.” –

Papá con una sonrisa particular, descubrió sus dientes adornados con piezas de oro, estiró nervioso sus brazos e intentó retenerme. Ambos estábamos tan nerviosos, que nos esquivamos tímidamente, tratando de no herir las expectativas de mamá. Sin saberlo, esa noche, la manera que nos tratamos definiría mi relación con Papá para el resto de nuestros días. Y siempre fue igual. Los abrazos fugaces, lo esquivo de las miradas, y la complicidad de regalar a mamá un momento donde los tres estuviéramos juntos sin que la situación se torne tensa o incomoda.

Esa noche también me recuerdo jugando y corriendo por el interior del colectivo que se hacía gigante en mis ojos de niño.

En mi mente no se definirlo correctamente, pero mis pensamientos se dispararon por algún motivo a ese rincón base, desde donde me refugiaría para presentarme al mundo: mi papá era rico. Había encontrado la excusa para presumir delante de los demás y no cargar más con esa sensación de soledad y abandono que me hacían notar cada vez que los otros hablaban de los propios. Y en mi imaginario ese fue mi orgullo: ¡era el hijo de un padre rico!

Al pasar los años, experimente muchos momentos para no guardar memoria. Papá se mostró ausente y distante en mis eventos más significativos. No estuvo en mi graduación, ni puede presentarle mi primer novia; no estuvo en mi boda y tampoco en el nacimiento de sus nietos. No escucho mis prédicas, ni leyó ninguno de mis escritos. Si se sintió orgulloso de mí, no lo sabré hasta nuestro nuevo encuentro. Pero prefiero pensar así: que quizás con mamá, quien le contaba todo, se abrasarían satisfechos por los resultados.

Aprendí a intuir lo invisible, y a buscar motivos para amarle. Y encontré estos: El fue un hombre digno de amar, de otra manera mamá no lo habría elegido como su único. Era un hombre recto, sino la justicia de mamá no lo habría soportado. Sin duda era cariñoso, amoroso y tierno porque mamá no lo hubiera esperado toda la vida. Sin duda guardaba una sabiduría inmensa, mi madre no hablaría de él con tanto orgullo. Cuando mamá le pensaba en voz alta, sus ojos se disparaban a la admiración, quedaba cautiva de amor y su rostro alcanzaba el brillo y la alegría más grande.

Hace poco apareció de nuevo, no tuve la oportunidad de verlo, pero el relato de mamá fue suficiente. En la sala de terapia intensiva, como una visita esperada, llegó al pie de la cama de mamá para decirle, que la esperaba, que estaba feliz de volverle a tener a su lado y que el tiempo de la espera había terminado.

No tengo una sola foto de él, pero así recuerdo a papá.

Quizás esta sea la manera de descubrirme. Quizás aparezcan las razones que me hacen tan vulnerable a las emociones este día del padre. Quizás aquí encuentre esa despierta sensibilidad de intuir y leer entre líneas los afectos.

Silvano Ortiz tiene que haber sido un buen hombre, porque fue el único hombre que mamá amó; y porque conociendo el Amor de Dios para mi vida, Él lo eligió para que lo llamara Papá.

Pastor Rubén Herrera

# 026 | LA HERRAMIENTA PODEROSA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Cierta vez se corrió la voz que el diablo se retiraba de los negocios y vendía sus herramientas al mejor postor.

En la noche de la venta, estaban todas las herramientas dispuestas en forma que llamaran la atención, y por cierto eran un lote siniestro: odio, celos, envidia, malicia, engaño… además de todos los implementos del mal.

Pero un tanto apartado del resto, había un instrumento de forma inofensiva, muy gastado, como si hubiese sido usado muchísimas veces y cuyo precio, sin embargo, era el más alto de todos.

Alguien le preguntó al diablo cuál era el nombre de la herramienta.

-«Desaliento» – fue la respuesta.

-«¿Por qué su precio es tan alto?» – le preguntaron.

-«Porque ese instrumento» -respondió el diablo- «me es más útil que cualquier otro; puedo entrar en la conciencia de un ser humano cuando todos los demás me fallan, y una vez adentro, por medio del desaliento, puedo hacer de esa persona lo que se me antoja. Esta muy gastado porque lo usó casi con todo el mundo, y como muy pocas personas saben que me pertenece, puedo abusar de él…» –

El precio de desaliento era tan, pero tan alto que aun sigue siendo propiedad del diablo.

Reflexión

Cada quien, me imagino, ya experimento a este tiempo cómo funciona esta herramienta diabólica. Nos desalentamos con la situación económica, con nuestro trabajo, con nuestra familia, con la necesidad de cambios, con los grupos de amigos, con el engaño, con la mentira, con el desamor, etc. Etc.

El desaliento es uno de los estados de ánimo contra el cual es indispensable fortalecerse. Aquí una lista de esas fortalezas que deben estar presente combatiéndolo permanentemente: Nuestra dignidad, nuestros valores, nuestros principios, nuestro honor, nuestra identidad, nuestro culto inteligente, nuestro sacrificio vivo, y nuestra honra.

A menudo nos desalentamos por miedo que infunde el enemigo, pero debemos recordar Quien va con nosotros, y Quien prometió estar y no desamparar. (Dt 31.6)

El desaliento aparece en la boca de los que nos envidian y recelan, pero nuestra disposición y persistencia en la obra nos permitirán edificar. (Neh 4.6)

La enfermedad puede quitar las fuerzas y la vitalidad, pero el espíritu del enfermo hace la diferencia. (Prov. 18.14)

Cuando el final parece inevitable y las evidencias superan lo imposible, la fe nos salva. (Mt. 9.22)

Cuando la destrucción y el sentimiento de abandono parecen triunfar, en la escena se despierta Quien las ahuyenta. (Mt. 14.27; Mr. 6.50)

Cuando los religiosos acusan, condenan y se confabulan para matarnos, el mismo Señor nos alienta: Ten ánimo como has testificado, así es necesario que lo hagas de nuevo. (Hch 23.11)

Pablo dijo así de las batallas que se dan en nuestra mente:

-“porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, – (2 Co 10. 4-5 – RVR 1960)

Uno puede ser cautivo o cautivar. Puede ser preso o apresar. ¡Que cobre ánimo nuestro corazón, levantémonos! Demostremos quien tiene la herramienta más poderosa.

Pastor Rubén Herrera

# 027 | EL BOLETO

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Ese día todo amaneció en ruinas. La devastación era colosal.

Apenas unos pocos restos de la casa paterna aún quedaban en pie, pero desafortunadamente las fuerzas de todos en el pueblo estaban agotadas.

Fue entonces que decidió partir. América sería un buen lugar para comenzar de nuevo.

Se hizo de valor. No era fácil para él abandonar lo que por generaciones había pertenecido a la familia; y juntando cada moneda, fue pagando el boleto del barco que lo llevaría a destino el próximo sábado.

Fue viernes por la tarde, cuando llegó a completar el pasaje; y junto con ello compró comida que le sustentase por algunos días.

Por la mañana en el puerto, la multitud era impresionante. Gente despidiendo, y gente por abordar. Sin apercibirse de ningún conocido, entregó el boleto. El estruendo de la bocina anunciaba la salida, cuando cruzó la puerta de su camarote y la cerró tras él.

Pasaron unos diez días hasta que el Capitán del crucero se dio cuenta.

Uno sólo, un solo pasajero del barco, nunca había visitado la cabina de mando, nunca había estado en cubierta y jamás le había estrechado la mano.

Pensando en una posible enfermedad, se dirigió llave en mano acompañado de sus oficiales y del personal médico para ver lo que pasaba.

En el cuarto, tras la puerta, apareció el hombre entre dormido y afiebrado con un serio principio de desnutrición.

-¿En qué le puedo servirle Capitán? ¿Hay algún problema? preguntó tembloroso.

-¿Es que le extrañamos amigo! Nos tiene preocupado. ¿Está usted enfermo? ¿Por qué nunca le vimos?, ¿Por qué no salió de su lugar? –

Disculpe Capitán, es que sólo me alcanzó para el boleto. Sólo pagué mi pasaje. –

¡No, amigo -respondió el oficial mayor- usted con el boleto también pagó la comida, los espectáculos, las galas, y el derecho a utilizar todas nuestras instalaciones! –

El hombre, aturdido por la novedad, fue llevado a la sala de cuidados médicos donde se recuperó a los pocos días.

Reflexión

Hasta el día de hoy muchos de nosotros nos mantenemos a la espera.

Existe un convencimiento tan fuerte que nos ha paralizado casi por completo. Pensamos que lo que Cristo hizo por nosotros, tiene que ver sólo y exclusivamente con la eternidad; y que para disfrutar de la vida que Él nos otorga, hay que esperar morirse o que Él nos venga a buscar.

No estoy hablando de la Eternidad como lugar en sí. Ese será nuestro final arribo. Sino de la verdad que es suficiente para cambiarlo todo: ¡Tenemos la Vida eterna en Jesús!

Por alguna razón hemos cambiado las palabras y la conjugación de los verbos. Juan nos dice:

”El que tiene al Hijo tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. – (1 Jn. 5.12 – RVR 1960)

Nosotros hemos dicho: – “El que tiene al hijo tendrá la vida…, el que no tiene al Hijo de Dios no tendrá la vida”. –

Y usted me dirá, ¡no hemos cambiado la Palabra! Y tiene razón. Quizás no literalmente, pero nuestros hechos día a día parecen cambiarla.

Nos postergamos el gozo, el disfrutar de su Presencia y de la comunión con los santos; del apropiarnos de un estilo diferente de vida, de vivir las promesas, etc., etc.

Continuamos viviendo como todos los demás; nos aferramos al hoy, como si fuésemos simples mortales que sólo pasaran por esta vida terrena. Con boleto en mano, nos consumimos apeteciendo lo que por derecho nos corresponde y nos dejamos morir sin respirar una bocanada de aire fresco del cielo.

Quizás sea hora de despertar a esta verdad: No la tendremos… Sino que: ¡Ya la tenemos! ¡Tenemos la vida eterna!

Pablo nos dice:

-“Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad con diligencia como andéis, no como necios sino como sabios; aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por lo tanto no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. – (Efe 5. 14-17 – RVR 1960)

El Capitán está a la puerta, para invitarnos a cenar (Ap 3.20).

– ¿Salimos? –

Pastor Rubén Herrera

# 028 | LA CUERDA

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

Ya estaba oscureciendo, cuando el viento empezó a traer una menuda tormenta de nieve. A medio camino, en plena escalada, Juan se movía rápido y preciso. Trepaba sosteniéndose de lo imposible en su carrera de llegar primero a la cima.

Temprano a la mañana el pronóstico había asustado a varios del equipo, quienes no quisieron hacerse de la proeza en esas condiciones; pero para los más competitivos, entre ellos Juan, era justo el ingrediente que necesitaban para la gran osadía.

Juan adelantaba a cada minuto de la escalada. Parecía que por fin cumpliría el sueño. Por fin demostraría a los suyos, y especialmente a su padre, que no fueron en vano los esfuerzos de tantos años.

Varias cuerdas guías sostenidas de la cima, acompañaban a los deportistas. Pero ninguno de ellos sería suficientemente valiente si se tomaba de ellas.

Fueron pasando los minutos y oscureciéndose la tarde. En medio del congelante frio, de pronto todo se tornó imposible. La tormenta movió una de las rocas de la cumbre, y comenzó una avalancha sin control. Uno a uno fueron asiéndose de las cuerdas, excepto Juan que todavía luchaba con una vehemencia inquebrantable. Hasta que no hubo más de dónde sostenerse. En caída libre, Juan desesperado, daba manotazos ciegos tratando de encontrar soga, hasta que pudo quedar pendiendo en un completo vacío.

-¡Ya vendrán a rescatarme!- pensó Juan mientras se palpaba buscando una rotura o una herida. Pero nadie llegaría sino hasta la mañana; al aclarar y despejarse el cielo.

Cuando descubrió que la fuerza sus brazos se terminaban, hizo un nudo a su cintura y se aferró con sus dos manos fuertemente a la cuerda.

-¡Dios mío! – exclamó con la sensibilidad del que pronto ve su partida.

-¡Cuanto desearía me salvarás! ¡Si hubiera confiado más en Ti, si no hubiera sido tan sordo a las advertencias que me diste! ¡Si no fuera tan terco y confiado! –

Fue entonces, que detrás de una suave brisa pareció escuchar:

-¡Suéltate Juan! ¡Suéltate! –

La voz le resultaba conocida, pero ¿quién podría hablarle en medio de la noche y del vacío?

Se aferró más a la idea que le sostenía de la cuerda, mientras se decía:

– ¡Ya vendrán a rescatarme! –

Esta vez fue más claro el mensaje:

-¡Suéltate Juan estarás a salvo en Mí! ¡Déjate caer ahora, Yo te recojo! –

Juan pensó que alucinaba. ¡Ni Dios podría ocuparse! ¡Cómo sería posible!

Hizo caso omiso apretando su soga, cayendo en un profundo sueño y finalmente ya no despertar.

A la mañana, cuentan los asombrados rescatistas, que Juan estaba muerto. Completamente endurecido, aferrado a su cuerda e inexplicablemente a sólo un metro del suelo.

Reflexión

A veces creemos que la fe y la confianza en nosotros mismos es la fuerza superadora.

Últimamente muchos mensajes animan a los oyentes a sobreponerse por sí mismos. A escuchar la voz interior. A seguir los instintos, y sensiblemente captar los mensajes sensoriales de nuestra conciencia.

La capacidad humana está siendo sobrevaluada y llevada al límite de lo absurdo.

Hace poco un predicador, dijo alejado totalmente de contexto, que: – ¡Somos Jehová Junior! ¡Somos dioses! – Sin reparar que estaba recuperando el mentiroso y satánico mensaje del Edén:

-“… seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” – (Gn 3.5 – RVR 1960)

La fe y la confianza están siendo explotadas y llevadas a lugares equivocados. Muchos creyentes sinceros y con buenas intensiones son alejados del verdadero depósito de nuestra fe: Jesucristo.

Lejos de confiar en el Señor, y en seguir las direcciones del Espíritu Santo por su Palabra, multitudes se animan a confiar en que sus recursos materiales son suficientes para mover la voluntad divina a su favor.

Hoy, es lamentable, que conozcamos más lo que dijo un predicador entusiasta y positivista, que las palabras del propio Señor Jesucristo.

¡Y cuántas de estas palabras superan y anulan las de los Evangelios!

Es tiempo de reorientar nuestra fe. Un único lugar seguro para caer se encuentra en Su Palabra. El no miente cuando nos advierte:

-“El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”. – (Jn 14. 23 – RVR 1960)

“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fabulas.” – (2 Ti 4. 3 y 4 – RVR 1960)

Aunque sea esta vez, confiemos en su Palabra.

Estamos a un metro del suelo… ¡Soltemos la cuerda!

Pastor Rubén Herrera

# 029 | SALA DE OPERACIONES

Cuentos del Pastor 01 Feb 18 0

-¡Pagamos el doble! ¡Por favor doctor! ¡Le pagamos el doble, pero déjela vivir! –

Las voces se multiplicaban en angustia y dolor dentro del quirófano justo antes de la complicada operación.

La historia de María es una de esas que sólo pueden reproducirse en un contexto único.

Cómo trabajadora rural, había llegado de su país Bolivia muchos años atrás. Tan pronto como vieron su disposición y honesto trabajo, los más acomodados del pueblo se disputaron su servicio. Tener a María, era garantía en todo sentido; y aunque esto era un secreto a voces, ella nunca lo pudo percibir ni aprovechar para su ganancia. Finalmente María fue empleada doméstica en la casa del médico del lugar.

Tenía cuarenta años, rostro surcado, manos gastadas, silueta sensiblemente encorvada. Siempre dispuesta, sonrisa generosa y dueña de un silencio confidencial que le había adornado virtuosamente para ser la amiga de todos. Había hecho su propia familia, aunque a los pocos años de casada tuvo que experimentar la viudez temprana.

Una enfermedad terminal acortaba su vida. Pero la angustia por el bienestar de sus hijos, fue más grande que el dolor que le propinaba el cáncer; así oculto lo que pasaba por muchos años. Cuando detectaron el mal, la cirugía era su única salida; una operación muy complicada, y con pocas posibilidades de éxito.

El médico se sentó intranquilo frente los muchachos y dijo:

-Esta es la parte que poco me gusta hablar. Haremos todo lo posible. La operación tiene un costo: $5.000 pesos si sale con vida y $10.000 pesos si muere. –

Sus rostros se llenaron de extrañez y de asombro.

Pero temiendo cometer torpeza, quedaron en silencio y no osaron preguntar más detalles. Firmaron los papeles y se retiraron abrumados.

En el bar del hospital uno al otro se miraron confundidos. ¿Habían escuchado bien?: – “¿$5.000 si vive y $10.000 si muere?” –  ¡Sin duda en su nerviosismo el médico se habría equivocado!

Con ojos llorosos miraron nuevamente la nota y disiparon las dudas. El médico había repetido textualmente lo que decía la autorización para la operación.

Uno de ellos pensó en voz alta diciendo:

-Pero…, entonces no hará mucho por mamá. ¡No le conviene! ¡Para él, mamá vale más muerta que viva! –

Los muchachos corrieron a prisa a la sala de operaciones.

Sin mediar palabras, y mientras se acercaban al quirófano, parecían convenir en cuál sería el nuevo arreglo.

El desborde angustioso se dejó oír llenándolo todo:

-¡Pagamos el doble! ¡Por favor doctor! ¡Le pagamos el doble, pero déjela vivir! –

¡No entiendo lo que me dicen muchachos! – dijo el médico retirando su barbijo.

-¡No puedo perder más tiempo! – levantó la voz, mientras pensaba en cuál sería la confusión, y al instante logró comprenderlo.

-¡Tranquilos, tranquilos. Todo va a estar muy bien! – repuso.

-¡Su madre vale más viva que muerta para mí. Ella es invaluable por los años de servicio que me ha brindado, no podría perdonarme si no hago todo lo que pueda por ella! Lo que ustedes vieron fue el costo total: el precio del cajón y del velatorio están incluidos en la boleta. –

Reflexión

¡Cuánto callamos en nuestra absurda y temerosa ignorancia, y cuántos pensamientos equivocados nos turban por no preguntar a tiempo!

La mayoría de nosotros experimentamos angustiosas vidas cristianas por no entender correctamente lo que hemos pactado.

La letra que no entendemos o las explicaciones erradas que recibimos, han sido la principal causa de nuestros temores, alejamientos y decepciones.

Hemos silenciado las preguntas más elementales de la vida.

Y en el campo de la fe no fue la excepción.

En nuestras congregaciones, quizás por falso temor reverente o por no ser impertinentes, no nos atrevimos a preguntar o razonar las cuestiones fundamentales de la fe con nuestros mayores.

A menudo no nos permitimos pensar en nuestros actos de fe, y en consecuencia caemos en engaños ridículos del enemigo.

Hoy tenemos una Iglesia que sufre el fetichismo, y las más oscuras y absurdas prácticas; las ocurrencias de burladores inescrupulosos que buscan sus propias riquezas, y que introducen herejías y satanismo en los mal llamados “actos de fe”.

El Señor no hizo nuestra mente ajena a las cuestiones espirituales. Es un error pensar que no debo pensar ni preguntar cuando se trata de fe.

El libro más antiguo de la Biblia, declara:

“Espérame un poco, y te enseñaré; porque todavía tengo RAZONES en defensa de Dios. Tomaré MI SABER desde lejos, y ATRIBUIRÉ JUSTICIA a mi Hacedor” – (Job. 36. 2 y 3 – RVR 1960)

Pedro también dice:

“¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Más también, si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor a ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad SIEMPRE PREPARADOS PARA PRESENTAR DEFENSA CON MANSEDUMBRE Y REVERENCIA ante todo aquel que os demande RAZÓN DE LA ESPERANZA que hay en vosotros”; – (1 Pe 3. 13-15 – RVR 1960)

Ante la importancia de los nuestras prácticas espirituales, ¿no deberíamos acaso detenernos a considerarlas primero?

Las cuestiones de fe son tan relevantes y trascendentes que no deberíamos tomarlas a la ligera, o bajo las presiones del apuro ajeno.

Dios dijo a Job desde un torbellino:

“¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos, Yo te preguntaré, y tú me contestarás”.-  (Job 38. 2,3 – RVR 1960)

Dios se presenta como un Dios de diálogo; le fascinan las preguntas y las respuestas.

No ha hecho nuestra mente para que sea un obstáculo, sino para que fuese un instrumento de relación.

El mayor bien todavía puede no haberse vivido.

Las angustias pueden estar visitándonos detrás de una verdad no comprendida.

Pongamos mente a lo que decidimos creer. (Ef 4. 17-25)

Pastor Rubén Herrera

# 030 | LAS PIERNAS DE ÁNGEL

Cuentos del Pastor 31 Ene 18 0

Teníamos dieciséis años. Era sábado a la noche. En nuestra Iglesia la reunión de ministerio estaba terminando, cuando sentí algo extraño en verdad.

Ni siquiera pensaba en ello, pero inexplicablemente algo me impulsaba llegarme al hospital. Sentado junto a mí estaba Miguel, compañero de muchas aventuras de fe, a quién le conté lo que vivía. El, después de pensar el tema y no muy convencido decidió acompañarme.

¡Realmente era una locura!: Diez de la noche, un Hospital cerrado en medio de la nada. Por dónde quiera que se lo mirara, no había nada cuerdo en el asunto.

Mientras los demás jóvenes de la Iglesia planeaban una salida; nosotros marchábamos al hospital sin tener más razones que una fuerte intensión de responder al intrigante llamado.

¡Esto no era común ni normal para nada! Nuestra congregación no era del tipo que practicara los dones espirituales, y mucho menos que creyera en cosas como las que estábamos haciendo.

La Ciudad de La Rioja en ese tiempo contaba con un Hospital público el que estaba distribuido en un gran predio. Los pabellones se distanciaban uno del otro en medio de un terreno seco y con polvo en suspensión.

Recuerdo que al caminar, un viento remolinado nos envolvió dejándonos blancos de tierra. Así llegamos a la Pabellón en cuestión. ¡No teníamos que decir, no teníamos a quién visitar y el horario de visita había terminado hacia cuatro horas!

La enfermera que nos recibió nos preguntó que hacíamos allí y sin mucho protocolo, ni esperar nuestra respuesta nos permitió pasar.

Ahora caminábamos por un pasillo. A ambos lados había salas con doce camas cada una. ¿A quién debíamos hablar? No lo sabíamos. Cruzamos otra enfermera justo cuando estábamos decidiendo dónde entrar.

Ella dijo: – ¿Visitan a alguien en especial? – Y no supimos que contestar. Sólo recuerdo que dije: – Sí, ¡es aquí! – y entramos a la primera sala que teníamos a nuestra mano izquierda.

La sala estaba en penumbras, sólo la luz del pasillo iluminaba la habitación. En la primera cama estaba Ángel, quien será el protagonista de esta historia. Levante la voz en medio del lugar y pregunté si podíamos compartir una breve historia de la Biblia. Alguien propuso que encendiéramos la luz, y así comenzaba una pequeña predicación, que habrá durado unos cinco minutos. Cuando hicimos el llamado todos recibieron a Cristo en su corazón como Señor y Salvador personal. Todos, incluyendo a Ángel.

El entonces nos hizo la pregunta:

¿En el cielo, tendré de nuevo mis piernas? –

Ángel había sido el borrachito del pueblo. Un día de mucho frio estaba tan alcoholizado, que prendió fuego en el interior de su rancho; esto hizo arder todo el lugar. Cuando despertó de su borrachera, tenía la mitad del cuerpo quemado. Salió buscando ayuda, pero en el camino fue perdiendo sus piernas. Le encontraron en las vías del tren, casi moribundo. Había que salvarle la vida y los médicos no dudaron en amputar.

Esa noche Ángel durmió distinto, contento, confiando plenamente en la promesa que le hacía su Señor.

Salimos de la sala, prometiendo volver. Nos regresamos con nuestros amigos. La alegría que sentíamos nos llevó corriendo y saltando todo el camino. Íbamos en el aire. No caíamos del asombro, y no lo podíamos creer: – ¡El Señor nos había usado increíblemente! –

Al regresar el lunes y visitar la sala, la cama de Ángel estaba vacía.

Al salir una enfermera me dijo:

– ¿Ustedes estuvieron el sábado verdad?  Bueno, Ángel murió esa misma noche. Pero déjenme decirles que: ¡Jamás vi morir a alguien más contento! El repetía todo el tiempo que se iba con Jesús, quien le tenía listas sus piernas nuevas. –

Reflexión

He meditado esto muchos años. Nunca más se repitió la experiencia, al menos no de esta manera. Pero si he visto al Señor llevarme por caminos no propuestos y mostrarme su Gloria.

Siempre pienso en: – ¿qué había en el corazón de Ángel para que el cielo se movilizara de esa manera? ¿Qué trabajó en nosotros esa noche para cargarnos de fe y valor? ¡Qué calculo más preciso del tiempo y que estrategia más impecable! ¡Qué misericordia divina para el pecador! ¡Qué insondables son sus caminos! –

La vida cristiana es realmente maravillosa. Las experiencias extraordinarias se multiplican y se amontonan proponiéndonos ser parte.

¿Cuándo despertaremos a este propósito extraordinario? ¿Cuándo dejaremos que simplemente nos pase?

Hay muchos como Ángel que esperan por nosotros. ¡Levantémonos de nuestra cómoda silla y salgamos por ellos!

Pastor Rubén Herrera