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# 291 | LA MUJER DE LA ESQUINA

Cuentos del Pastor 10 Ene 18 0

Un hombre adinerado entró a un restaurante; y tan pronto como entró, notó la presencia de una mujer negra, sentada en una esquina.

Él se acercó al mostrador, sacó su billetera y gritó:

– ¡Camarero! Voy a comprar bebidas para todos en este restaurante, excepto para esa mujer negra que está allá. –

El camarero recogió el dinero, y comenzó a servir bebidas gratis para todos, excepto a la mujer negra. En lugar de molestarse, la mujer negra simplemente miró al hombre y le dijo:

– ¡Gracias! –

Esto enfureció al hombre rico; así que nuevamente, sacó su billetera y dijo:

– ¡Camarero! Esta vez voy a comprar más bebidas, y comida adicional para todos en este restaurante, excepto para la mujer sentada en la esquina de allá. –

El camarero recogió el dinero del hombre, y comenzó a servir comida y bebidas gratis para todos en el restaurante, excepto a la mujer negra.

Cuando el camarero terminó de servir la comida y las bebidas, la mujer negra, simplemente miró al hombre, sonrió y le dijo:

– ¡Gracias! –

Eso enfureció más al hombre, así que se acercó al mostrador y le preguntó al camarero:

– ¿Qué pasa con esa mujer negra? He comprado comida y bebidas para todos en este restaurante, excepto para ella; y en vez de estar enojada sólo se sienta allí, me sonríe y me dice: ¡Gracias! ¿Ella está loca? –

El camarero sonrió al hombre rico y le dijo:

– «No, ella no está loca. Ella es la dueña de este establecimiento». –

Reflexión

A menudo hacemos pésimos juicios de valor; muchas veces apresurado por esa presunción caprichosa y absurda, cuya visión está empañada de egocentrismo, racismo y falsas creencias.

Lastimosamente, muchas veces también usamos esa “bondad” nuestra para dañar inclusive a quienes nada nos han hecho; simplemente, porque no nos cayeron bien. La Palabra nos advierte:

No intentes mal contra tu prójimo que habita confiado junto a ti. – (Prov. 3.29– RVR 1960)

No debemos olvidar que tarde o temprano seremos enjuiciados.

La Palabra dice:

– “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” – (2 Corintios 5:10 – RVR 1960)

Nuestras acciones tienen consecuencias eternas, y no importa la naturaleza de nuestras obras; buenas o malas, todas ellas serán juzgadas.

Solemos pensar que sólo serán tenidas en cuenta aquellas que mostraron bondad pero, -como en el relato- no siempre esas buenas acciones parten de un corazón generoso. Los móviles de nuestras acciones son insondables, y difícilmente se descubriremos la verdadera intensión.

La Palabra dice:

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? – (Jeremías 17:9 – RVR 1960)

Nuestras acciones revelan nuestro carácter, y para vivir junto al Santo Dios, este carácter debe ser tratado.

¿Qué tan seguro podemos estar de que nuestro juicio de valor es correcto?

En primer lugar no estamos llamados a juzgar, y mucho menos a condenar. Se nos ha dejado otro ministerio, y es el de reconciliar al hombre con Dios.

Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. – (2 Corintios 5:18-20 – LBLA)

Por otra parte, nunca nuestros juicios serán sabios y correctos.

¿Recuerda la mujer pecadora? (Juan 8)

Ella estaba condenada, perdida y a punto de una muerte horrible bajo una lluvia de piedras.

El juicio de valor de los hombres que la trajeron era condenación, sin embargo Jesús le miró, le dio una oportunidad y le perdonó.

¿Recuerda el ladrón en la cruz? (Lucas 23)

El, está insultando y desafiando burlonamente a Jesús junto con su compañero; los testigos presentes consienten en que es digno de muerte; él es un asesino y una mala persona condenada morir; sin embargo Jesús calla y espera la oportunidad.

Cuando de un momento a otro el hombre se vuelve en arrepentimiento y le busca de corazón. ¿Cuál fue su destino?: el paraíso.

¿Recuerda a Lázaro y el rico? (Lucas 16)

¿Quién diría que ese llagado y mal oliente vagabundo terminaría en el seno a Abraham?

No podemos ver y juzgar a los demás por su aspecto o su conducta, porque nunca sabremos qué hay detrás de sus corazones, o cuál será su determinación final.

Haremos bien si usamos de misericordia, y esperamos con paciencia lo que resultará en la eternidad.

Aquel que no valoramos, tiene un gran valor; y aunque permanezca callado en una esquina, y sin decir palabra, puede esconder una sorpresa que no nos gustará escuchar.

Pastor Rubén Herrera