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# 288 | MENTIRA DEL MENTIROSO

Cuentos del Pastor 11 Ene 18 0

El factor sorpresa se dejó notar; no hubo previo aviso, ni siquiera una mínima advertencia de lo que pasaría esa noche.

Me fui a dormir calmo, sin esperar nada especial; y en esa actitud incauta, me sobrevino rápidamente el sueño.

Mi habitación pareció envolverse de una atmosfera oscura; no era la primera vez que ese tenebroso visitante me inquietaba con ataques de terror nocturno, pero esta vez me fue difícil distinguir si en verdad dormía o estaba despierto.

Con veloz movimiento se dirigió hasta la cabecera de la cama, y paralizándome de miedo, me tomó con sorpresa de mis cabellos sin que pudiera hacer nada.

El dolor del jalón, se minimizo con mi adrenalina; literalmente estaba levantado de los pelos, y a medio metro del suelo.

Su risa burlona festejaba el momento, y con una determinación furiosa me llevó afuera, a la entrada de la casa.

– ¡¿Así que eres cristiano?! – Preguntó amenazante. Y luego agregó:

– ¡Yo voy a mostrarte quien es tú Dios! –

Con la misma velocidad que me había sacado, me introdujo de nuevo en la habitación, pero esta vez la misma estaba completamente vacía. No había muebles, ni pertenencias, nada.

– ¡Este es tú Dios, la nada misma!, ¿Puedes verlo?, ¡Nada! ¡No hay nada! – Dijo desafiando mi más fuerte creencia.

Quedé paralizado, sin poder responder palabra; ¿qué podía decir?

Sabía que sólo la verdad y la integridad me darían confianza. Si decía que allí había algo o alguien, mentiría y terminaría derrotado preso de su juego.

Fueron segundos que se transformaron en minutos eternos; tenía que sostener mi fe en lo invisible, aun cuando no sentía ni veía absolutamente nada; y en ese momento de inaudita impotencia, su Presencia y su Gracia se mostró con una simple palabra a mi mente; el susurró:

– El es padre de mentira… –

Con una gigante certeza, grité airoso:

– ¡Tú eres un mentiroso, padre de toda mentira! ¡Mi Dios es real! ¡No importa lo que tú me muestres, nada de esto puede ser verdad! –

De repente, todo volvió como al principio, mi respiración encontró su ritmo y concilié el sueño; el momento había terminado, y lo que empezó como una pesadilla fatal, se convirtió en una gloriosa victoria inesperada.

Reflexión

He vivido con este principio desde entonces, y casi todo lo paso por este tamiz.

– Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. – (Juan 8. 31,32 – RVR 1960)

No hay mejor escape a los embates del enemigo, que la Palabra. Ella nos lleva a la realidad de las cosas, y nos ayuda a escapar de los temores a los que nos introduce la mentira. Si algo nos pasa, cualquier cosa que sea, debemos ir a la Palabra

El enemigo es un experto mentiroso, y si este principio lo tenemos siempre presente, la libertad será nuestra eterna compañera.

Siempre que hubo incertidumbre o miedo, fue provocado por esa malintencionada palabra mentirosa cargada de sospechas y dudas.

Debemos comprender el valor que tiene la Verdad, Palabra de Dios, cuando está en nuestra mente; ella nos levanta, sostiene y nos hace grandes victoriosos.

Nuestro Señor venció la tentación por medio de la Palabra, y nada pudo hacer el enemigo frente a la proclamación de esta Verdad poderosa.

Nuestro mundo está recreado de puras mentiras. Y de hecho, su príncipe, ha levantado su reino de tinieblas en base a este perverso modelo de engaño. Nada es verdad, todo es ilusión y fantasía.

La próxima vez que nos sintamos en aprietos, dudosos y temerosos, recordemos la Palabra; ella no sólo nos mostrará la verdad de lo que en realidad pasa, también ahuyentará a nuestro enemigo.

Necesitamos observar con cuidado la naturaleza de “quien” nos habla; la Verdad sólo tiene su origen en Dios.

Pastor Rubén Herrera

 

# 289 | EN EL VIENTRE MATERNO

Cuentos del Pastor 11 Ene 18 0

En el vientre de una mujer embarazada, se encontraban dos bebés platicando. Uno pregunta al otro:

– ¿Tú crees en la vida después del parto?-

– ¡Claro que sí! Algo debe existir después del parto. Tal vez estemos aquí porque necesitamos prepararnos para lo que seremos más tarde.-

– ¡Tonterías! No hay vida después del parto. Además, ¿Cómo sería esa vida? –

– No lo sé, pero seguramente… habrá más luz que aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies, y nos alimentemos por la boca.-

– ¡Eso es absurdo! Caminar es imposible. ¿Y comer por la boca? ¡Eso es ridículo! El cordón umbilical es por donde nos alimentamos.

Yo te digo una cosa: la vida después del parto es imposible; el cordón umbilical es demasiado corto. –

– Pues yo creo que debe haber algo. Y tal vez sea distinto a lo que estamos acostumbrados a tener aquí. –

– Pero nadie ha vuelto nunca de allá, después del parto; el parto es el final de la vida. Y a fin de cuentas, la vida no es más que una angustiosa existencia en la oscuridad que no lleva a nada. –

– Bueno, yo no sé exactamente cómo será después del parto, pero seguro que veremos a mamá y ella nos cuidará. –

– ¿Mamá? ¿Tú crees en mamá? ¿Y dónde crees tú que está ella ahora? –

– ¿Dónde? ¡En todo nuestro alrededor! En ella y a través de ella es como vivimos. Sin ella todo este mundo no existiría. –

– ¡Pues yo no me lo creo! Nunca he visto a mamá, por lo tanto, es lógico que no exista. –

– Bueno, pero a veces, cuando estamos en silencio, tú puedes oírla cantando o sentir cómo acaricia nuestro mundo.

¿Sabes?… Yo pienso que hay una vida real que nos espera, y que ahora solamente estamos preparándonos para ella. –

Autor Desconocido

Reflexión

Es interesante cómo muchos de los seres humanos hemos entrado en esa negación e incredulidad absurda; nos negamos a la existencia de Dios, y a la vida más allá de la muerte.

Por algún motivo nos alistamos fácilmente al ejército de rebeldes, ciegos, y tozudos fantasiosos; nos hacemos defensores de teorías incomprobables, a riesgo de caer en el más ridículo y fantástico argumento.

Recuerdo, en mis tiempos de universidad, a un profesor hablar de la Teoría de la Evolución y mostrarnos el proceso evolutivo. Él explicaba en esa cadena de sucesos, como desde un renacuajo se llegaba a un ser humano.

Levanté la mano para preguntarle si él creía de verdad en lo que estaba enseñando, y él respondió con total convicción. Fue entonces, cuando tuve la desafortunada ocurrencia de mencionar que siempre pensé que el sapo que se convertía en príncipe era un mero cuento infantil. La expresión de enojo en su rostro y su silencio aterrador, me costaron la nota de “no aprobado”.

Es notable también, que como ateos cuestionemos la revelación divina con demencial fanatismo; pero, esta actitud no es igual cuando de ciencias ocultas y satanismo se trata. ¿Curioso no? ¡Jamás he visto a un ateo cuestionar las actividades, prácticas o creencias diabólicas! Por el contrario, muchos son supersticiosos y cabaleros.

La negación, y lo imposible, han sido nuestra bandera frente a lo desconocido, o frente a lo que no queremos aceptar. Sin darnos cuenta, que esta filosofía, nos aleja de un Dios que se observa y se conoce por medio de la fe.

Una cosa es segura, así como vino el parto y salimos a esta vida, algo inevitable para nosotros será lo que viene: la muerte; con expectativas, preparados o no, aquello nos espera.

Si sensibilizamos nuestros sentidos físicos y espirituales, quizás podamos escuchar algo a tiempo; quizás podamos percibir Su afectuosa demostración de amor y cuidado para nosotros; y como dijo el sabio Pablo desde el areópago griego:

– “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.

Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.

Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.

Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.

Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” – (Hechos 17.24-31 – RVR 1960)

Arrepentimiento; quizás ese sea el punto donde no queremos llegar, admitir que nos equivocamos, y que torpemente estuvimos resistiendo a Aquel que sólo nos quiere amar.

Pastor Rubén Herrera

 

# 290 | FINAL INESPERADO

Cuentos del Pastor 11 Ene 18 0

La tarde del sábado se presentaba tranquila; mi suegro acompañaba la sobremesa, mientras un muchacho reparaba nuestra computadora en la sala.

Sonó el teléfono y al responder la voz agitada de un amigo mostraba una urgencia inusual:

– ¿Está Fulano allí?, necesito que por favor lo demores hasta que yo llegue; ¡es importante!

Sultano, era quien me había recomendado a Fulano para la reparación; y en menos de quince minutos lo tenía golpeando mi puerta.

Entró ciego de ira; y sin mediar saludo ni percatarse de los presentes, comenzó un áspero monólogo de puro reclamos.

– ¡Así quería encontrarte!, ¿Dónde está mi teclado?, ¿Lo vendiste?, ¿Cuándo piensas devolverlo? –

Traté de calmar al enfurecido amigo, pero el silencio y la pasmosa actitud de Fulano subieron la agresividad de Sultano.

Los demás sentados en la mesa, no dábamos crédito a la incómoda situación.

– ¡Okey!, parece que no nos estamos entendiendo… – dijo Sultano, y buscó rápidamente algo en su maletín. Cuando terminó la búsqueda, surgió de allí una pistola calibre 38.

-¡Yo aquí mismo te mato! – Gritó decidido.

Me paré como un resorte arrastrando la silla hacia atrás; me puse en medio, mientras le indicaba a mi esposa y a mi suegro que se retirarán a la habitación continua.

Sultano y Fulano, uno a cada extremo de la habitación, y yo en medio tratando de mediar el conflicto. Los cinco minutos se hicieron eternos, y lo único que logré fue convencerlos que arreglaran sus asuntos afuera del departamento.

Tan pronto como salieron, cerré la puerta esperando sentir la detonación del disparo. Y luego de unos minutos de calma, fui a buscar a mi familia; mi esposa embarazada trataba de recuperarse y mi suegro no salía del asombro.

Diez minutos más tarde, una llamada telefónica de Sultano decía:

– Disculpa el momento, ¡todo está bien!, si quieres venir estamos comiendo a la vuelta, en la pizzería de la esquina. –

Reflexión

No dejo de recordar ese terrible episodio, sin caer en cuenta de lo impredecible de las acciones humanas.

De un odió imparable que planeaba y justificaba un asesinato, a una plática serena compartiendo una comida como grandes amigos. Todo ese huracán de sucesos surgió de repente en el irrazonable pensamiento de uno; y la más placentera calma, llegó en la misma irracional actitud minutos más tarde.

Sin duda y gracias a Dios, esta patología no es el común denominador; no obstante vivimos una sociedad violenta, que no mide las consecuencias. Nuestras emociones dominan irracionales la vida de muchos, y hemos alterado el equilibrio emocional de los que nos rodean.

A estas alturas, como sociedad ya hemos naturalizado y justificado las impulsivas acciones de nosotros mismos y de nuestros cercanos; y peor aún, creemos que es lo normal.

El buen juicio, los valores morales y la misma cordura parecen abandonar la escena dejándonos ausentes de respeto y sana convivencia.

Y en lo espiritual, esa misma sensación de inseguridad y sobresaltos se nos está haciendo común y habitual. Creemos estar tratando con un Dios cambiante e impulsivo también; y nuestra fe navega en permanente incertidumbre.

¡Pero no! Nuestro Dios es Inmutable. Su carácter, sus promesas, y su palabra permanecen firmes como el primer día. La Biblia dice:

– Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.- (Hebreos 13. 8  – RVR 1960)

– Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. – (Santiago 1.17 – RVR 1960)

La inmutabilidad de Dios nos da consuelo y seguridad en saber quiénes somos y quién es Dios. Saber que Dios no cambia nos proporciona un ancla espiritual y moral en una cultura rápidamente cambiante. Cuando nos sentimos arrastrados en muchas direcciones y buscamos respuestas, podemos saber que Dios es constante, confiable, y fiel para ayudarnos cuando se lo pedimos.

Perdemos la paz y la calma, cuando pensamos que algo surgirá para cambiarlo todo; estamos tan viciados de los modelos humanos, que hemos humanizado al Señor; y en consecuencia, vivimos temblando de miedo y en constante desequilibrio espiritual y emocional.

No estamos invitados a ser parte de ese juego diabólico de irracionales decisiones; no estamos llamados a permanecer en esa habitación donde lo impredecible puede ocurrir; no estamos llamados a ese desequilibrio espiritual y emocional.

Debemos cambiar nuestro pensamiento, hemos confiado nuestra alma, lo más importante, en las manos de Alguien que no varía; Él es nuestra paz, y el lugar más seguro. Estamos llamados a una bendición que sosiega y tranquiliza nuestro ser.

Recordemos sus palabras:

– La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. – (Juan 14. 27 – RVR 1960)

Pastor Rubén Herrera

# 291 | LA MUJER DE LA ESQUINA

Cuentos del Pastor 10 Ene 18 0

Un hombre adinerado entró a un restaurante; y tan pronto como entró, notó la presencia de una mujer negra, sentada en una esquina.

Él se acercó al mostrador, sacó su billetera y gritó:

– ¡Camarero! Voy a comprar bebidas para todos en este restaurante, excepto para esa mujer negra que está allá. –

El camarero recogió el dinero, y comenzó a servir bebidas gratis para todos, excepto a la mujer negra. En lugar de molestarse, la mujer negra simplemente miró al hombre y le dijo:

– ¡Gracias! –

Esto enfureció al hombre rico; así que nuevamente, sacó su billetera y dijo:

– ¡Camarero! Esta vez voy a comprar más bebidas, y comida adicional para todos en este restaurante, excepto para la mujer sentada en la esquina de allá. –

El camarero recogió el dinero del hombre, y comenzó a servir comida y bebidas gratis para todos en el restaurante, excepto a la mujer negra.

Cuando el camarero terminó de servir la comida y las bebidas, la mujer negra, simplemente miró al hombre, sonrió y le dijo:

– ¡Gracias! –

Eso enfureció más al hombre, así que se acercó al mostrador y le preguntó al camarero:

– ¿Qué pasa con esa mujer negra? He comprado comida y bebidas para todos en este restaurante, excepto para ella; y en vez de estar enojada sólo se sienta allí, me sonríe y me dice: ¡Gracias! ¿Ella está loca? –

El camarero sonrió al hombre rico y le dijo:

– «No, ella no está loca. Ella es la dueña de este establecimiento». –

Reflexión

A menudo hacemos pésimos juicios de valor; muchas veces apresurado por esa presunción caprichosa y absurda, cuya visión está empañada de egocentrismo, racismo y falsas creencias.

Lastimosamente, muchas veces también usamos esa “bondad” nuestra para dañar inclusive a quienes nada nos han hecho; simplemente, porque no nos cayeron bien. La Palabra nos advierte:

No intentes mal contra tu prójimo que habita confiado junto a ti. – (Prov. 3.29– RVR 1960)

No debemos olvidar que tarde o temprano seremos enjuiciados.

La Palabra dice:

– “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” – (2 Corintios 5:10 – RVR 1960)

Nuestras acciones tienen consecuencias eternas, y no importa la naturaleza de nuestras obras; buenas o malas, todas ellas serán juzgadas.

Solemos pensar que sólo serán tenidas en cuenta aquellas que mostraron bondad pero, -como en el relato- no siempre esas buenas acciones parten de un corazón generoso. Los móviles de nuestras acciones son insondables, y difícilmente se descubriremos la verdadera intensión.

La Palabra dice:

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? – (Jeremías 17:9 – RVR 1960)

Nuestras acciones revelan nuestro carácter, y para vivir junto al Santo Dios, este carácter debe ser tratado.

¿Qué tan seguro podemos estar de que nuestro juicio de valor es correcto?

En primer lugar no estamos llamados a juzgar, y mucho menos a condenar. Se nos ha dejado otro ministerio, y es el de reconciliar al hombre con Dios.

Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación. – (2 Corintios 5:18-20 – LBLA)

Por otra parte, nunca nuestros juicios serán sabios y correctos.

¿Recuerda la mujer pecadora? (Juan 8)

Ella estaba condenada, perdida y a punto de una muerte horrible bajo una lluvia de piedras.

El juicio de valor de los hombres que la trajeron era condenación, sin embargo Jesús le miró, le dio una oportunidad y le perdonó.

¿Recuerda el ladrón en la cruz? (Lucas 23)

El, está insultando y desafiando burlonamente a Jesús junto con su compañero; los testigos presentes consienten en que es digno de muerte; él es un asesino y una mala persona condenada morir; sin embargo Jesús calla y espera la oportunidad.

Cuando de un momento a otro el hombre se vuelve en arrepentimiento y le busca de corazón. ¿Cuál fue su destino?: el paraíso.

¿Recuerda a Lázaro y el rico? (Lucas 16)

¿Quién diría que ese llagado y mal oliente vagabundo terminaría en el seno a Abraham?

No podemos ver y juzgar a los demás por su aspecto o su conducta, porque nunca sabremos qué hay detrás de sus corazones, o cuál será su determinación final.

Haremos bien si usamos de misericordia, y esperamos con paciencia lo que resultará en la eternidad.

Aquel que no valoramos, tiene un gran valor; y aunque permanezca callado en una esquina, y sin decir palabra, puede esconder una sorpresa que no nos gustará escuchar.

Pastor Rubén Herrera